miércoles, 8 de enero de 2020

A modo de epílogo



Dentro del amplio y heterogéneo movimiento del Humanismo, Erasmo destaca como el indiscutido “Príncipe de los Humanistas. Su popularidad intelectual alcanzó tal magnitud que gobernantes, académicos y editores trataron continuamente de atraerle con invitaciones y ofertas de trabajo. Todos los que querían alcanzar una posición relevante en el mundo de las letras intentaban granjearse su amistad. 

Fue un reformador de las tradiciones cristianas, en busca de un cristianismo esencial y evangélico, con la pretensión de alcanzar una aproximación más directa del cristiano a Dios.

También fue un pedagogo que renovó los sistemas de enseñanza mediante la publicación de gramáticas o tratados escolares, y la creación de escuelas nuevas, como el Colegio de las Tres Lenguas, en Lovaina

Las principales ideas que Erasmo trató de propagar fueron las siguientes: Renovación de la Iglesia. Para él, la función principal de la institución eclesiástica debía de ser la evangelización y para dicha labor no era necesario que estuviese estructurada como un Estado. Su actitud le aportó numerosas críticas de parte de los teólogos oficiales y de la Inquisición. Sus libros y sus ideas contribuyeron a preparar el caldo de cultivo en el que estallaría la Reforma luterana y acabaron minando el sistema oficial de la Iglesia católica (pese a que Erasmo prefirió siempre permanecer dentro de ella). 

Otra de sus ideas centrales fue la de implantar una educación cristiana. Erasmo defendió la educación del hombre, partiendo del conocimiento de las Sagradas Escrituras y siguiendo las directrices de la moral cristiana. Otro de los ejes centrales de su pensamiento fue el de la tolerancia y pacifismo. Aterrorizado por las desastrosas consecuencias de las numerosas guerras que llegó a conocer durante su existencia –como los enfrentamientos entre Francisco I y Carlos V, o las invasiones turcas-, no cesó de intentar convencer, mediante cartas y libros, a los gobernantes para que detuvieran la guerra y apostaran por la paz por encima de cualquier otra consideración. También defendió la unidad de la cultura europea. 
Por último, Erasmo se definió a sí mismo como ciudadano del Universo, rehuyendo todo compromiso nacionalista o partidista, y buscando solamente los espacios donde la cultura humanista fuera floreciente y libre. Por eso, las dos únicas sociedades a las que se adhirió fueron la República de las Letras y la Iglesia cristiana. 
Al final de su vida, Erasmo escribió: “De todas las regiones del universo recibo diariamente el agradecimiento de aquellos que me aseguran que mis obras, independientemente de sus méritos, les han animado a reafirmar su buena voluntad y a iniciar el estudio de los textos sagrados, y estos hombres que jamás han visto a Erasmo, le conocen y le aman gracias a sus libros.”

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